Cuentan que no cantaba, sino que arrullaba, y lo que dijo cantando aún conmueve, dejando en los bohemios y románticos un aire de orfandad que aún les envuelve el alma, a grado tal que se ha perdido la cuenta de cuánto se ha escrito de María Antonieta del Carmen Peregrino Álvarez, Toña La Negra, por quien se desbordan torrentes de admiración al ser una de las voces con trayectoria más emblemática no sólo de la música popular de México, sino América ´
Nació el 17 de octubre de 1912 en el barrio de La Huaca del puerto de Veracruz, y su llegada marcó la entrada de la hermosa ciudad mexicana a los terrenos tropicales en nombre de Cuba, en el son, la rumba y el danzón. De niña cantaba en familia, con su hermano Manuel, El Negro Peregrino, con quien siempre hizo magnífica pareja musical; pero, como ocurrió a Carmen Miranda, aquel símbolo inmortal de la música popular brasileña de la primera mitad del siglo XX, la marca del destino llegó en una fiesta. En el caso de María Antonieta, estaba presente en la reunión Agustín Lara, que ya empezaba a tocar las puertas de la fama y, como pasa en esas tertulias luego de tres copas de tequila, alguien dijo: " Que cante Toña", y cantó, dejando petrificado y sin habla al músico poeta, quien sólo atinó a preguntarse de dónde salía esa voz. Desde ese instante, Lara se apropió de la voz de ella, porque la fusión de ambos talentos fue lo más grande que pudo haber ocurrido. Él refrenda el recuerdo: "En 1932 escuché a una joven cantante desconocida. Abrir ella la boca y abrirla yo también, pasmado, fue todo uno. Cuando la oí cantar en aquella fiesta me levanté para preguntarle quién era, de dónde había salido. Me respondió que le decían Toña La Negra y que era de un barrio del puerto. Impresionado, la invité a comer al día siguiente, para descubrir que había llegado una nueva musa a mi vida. Escribí `Lamento jarocho` sólo para ella".
No sólo fue intérprete de Agustín Lara, sino de compositores y poetas que combinaban el hacer y el decir: entre ellos Rafael Hernández, Sindo Garay, Gonzalo Curiel, Ignacio Piñeiro, Pedro Flores y Andrés Eloy Blanco, además de asumir un papel bien femenino en una época en que a las mujeres se les negaba hasta el voto, tomando un papel que iba más allá de tener hijos y esperar, hermanádose así con María Teresa Vera, Rita Montaner, Omara Portuondo y otras figuras -y hoy Guadalupe D`Alessio y Paquita la del Barrio, toda proporción guardada-, que reivindican orgullosamente a su género.